
Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía
Por Natalia Formantel 2ºB
Quizá no sea tan renombrado como otros días, pero es igual de importante. Cada 17 de junio se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Esta fecha brinda una oportunidad única para poner en primera línea un problema que llevamos sufriendo décadas y que parece que su magnitud no termina de convencer, tal y como explicaba el año pasado es esta misma fecha en el post “Desertificación y sequía, la otra cara del agua”.
La desertificación, provocada por las actividades humanas y el cambio climático, supone uno de los grandes retos para el desarrollo sostenible y ha afectado la vida y los medios de vida de millones de personas en la lucha contra la pobreza. Tanto es así, que se enmarca dentro del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 15, fijándose como meta para 2030 luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y procurar lograr un mundo con una degradación neutra del suelo.
Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes. La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobreexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.
En Chile el 33% de los recursos del planeta están siendo degradados por la erosión, la contaminación, la acidificación y el agotamiento de nutrientes. Estamos perdiendo el suelo a una velocidad de 30 campos de fútbol por minuto. Las pocas precipitaciones y una deficiente normativa respecto al cuidado de los suelos, tienen a nuestro país en una situación crítica: la mitad del país está erosionado y el desierto avanza hacia el sur a un ritmo aproximado de 3 kilómetros por año.
A todo ello se suman los efectos del cambio climático. El aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones, son sólo dos de las múltiples consecuencias del incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Todos estos factores inciden en la erosión de los suelos, problema que en nuestro país se ve agravado producto del clima y la falta de políticas públicas dirigidas a la recuperación y cuidado de los territorios.
En el año 1993 las autoridades gubernamentales de Chile generaron un plan de lucha contra la desertificación, como acuerdo posterior a la Cumbre de la Tierra realizada en Brasil en el año 1992, en la que se concluyó que éste era uno de los problemas ambientales más graves a nivel mundial. Chile a través de la CONAF realizó una serie de acciones que apuntaron a contrarrestar el fenómeno, través de sus mecanismos esta institución junto con generar políticas y un accionar propio, llamó a la realización de proyectos y estudios, en los que participó y participa activamente la Universidad de Chile.
La materia requiere una importante atención aún más especial en estos tiempos, considerando la situación de COVID-19. Acciones basadas en la comprensión clara de los derechos, recompensas y responsabilidades en la gestión de la tierra puede ayudar a abordar las consecuencias de COVID-19 al abordar uno de los principales factores ambientales de los brotes emergentes de enfermedades infecciosas como es la pérdida de biodiversidad. Al mismo tiempo, fortalecer la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios e hídricos puede ayudar a reducir los efectos de la pandemia en la pobreza mundial y la inseguridad alimentaria. Hoy, el lema “ Suelo sano = gente sana”, promovido por la Convención para Combatir la Desertificación, es más cierto que nunca.
Para la Dra. Paulina Aldunce, docente de Facultad de Ciencias Agronómicas y Vice-directora del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la Universidad de Chile (CITRID), “la actual sequía -que empieza a generarse el año 2009- es llamada la mega sequía porque es la más extensa registrada en Chile en términos de extensión geográfica y extensión temporal. Es la más severa registrada en Chile y estudios han comprobado que el 25% de esta severidad se debe al cambio climático. Lo cual es una gran diferencia porque afecta muchísimo la disponibilidad hídrica para los humanos, afectando las fuentes de agua y el recurso para la flora y la fauna que dependen de ésta para su sobrevivencia”.
Por su parte, el académico de la Facultad de Ciencias Forestales, Dr. Pablo García-Chevesich, Hidrólogo y Asesor Científico de la Asociación Internacional de Control de Erosión (IECA), se ha enfocado en la resolución de algunos problemas, desde la sequía en la Laguna Aculeo hasta la implementación del método Sharma que permite un crecimiento mucho más rápido de los árboles. “Un país que destruye su suelo es un país que se destruye a sí mismo y lamentablemente los países no toman conciencia a tiempo. Con el objetivo de aportar a las soluciones, como Universidad realizaremos en septiembre el Congreso Iberoamericano de Ecología y Control de Erosión y Sedimentos, que reunirá expertos a nivel mundial y que busca hacer frente a estos temas”.
Los especialistas señalan que la fauna que depende de la vegetación y del agua, se ve tremendamente afectada, teniendo que desplazarse en busca de alimento y las especies migran o simplemente se mueren. Por ejemplo se ha producido un desplazamiento hacia la pre cordillera, la cordillera o hacia las zonas urbana. Es por ello que en ocasiones se pueden ver muchos roedores o algunos pumas y zorros en zonas pobladas, quedando expuestos al ser humano.